lunes, 17 de agosto de 2009

De aquellos que habitan Usûlun VIII



¡MUERTEEE! …¡MUERTEEEE!... ¡MATALO!..una y otra vez gritaba la multitud que se congregaba para ver los combates, una y otra vez repetían las mismas palabras, el bochorno y el aire caliente que provenía del desierto aumentaba la sensación de calor, en el aire la mezcla de olores, el sudor de la muchedumbre y el estiércol del ganado encerrado en las cercas, hacían que el aire fuese pesado y difícil de respirar, aun así rivalizaba cuando la brisa lejana de la costa conseguía llegar , con el olor fuerte del clavo, del estragón o el de la savia de romero, que mitigaban en cierto modo las primeras sensaciones de repugnancia, pero hay un olor que predominaba como un rey sobre sus súbditos ,de entre todos los olores había uno perenne, el de la muerte. La tierra de esa arena había absorbido tanta sangre, que estoy seguro que ni aunque pasasen diez generaciones, ninguna planta conseguiría echar raíces.
El sonido de una hoja metálica al atravesar carne y clavarse en la tierra avivo de nuevo a la muchedumbre, que deseosa de más sangre y contenta por el espectáculo animaban a su vencedor, los que habían apostado por él, gritaban como locos, eufóricos, que prácticamente eran todos los presentes. Los gritos de alegría daban poco a poco paso a un grito unánime por todos: AL - RAZOR!!!!! AL-RAZOR!!!!! AL – RAZOR!!!! …. Todos los espectadores gritaban el mismo nombre, el pobre adversario que yacía en el suelo atravesado por una extraña espada, pasaría a la posteridad como un simple numero.
Al- Razor, dejo la espada clavada en el cuerpo, como solía hacer, y levantando los brazos, los tenso, toda la musculatura de su torso se mostro, era un hombre fuerte, sus brazos eran largos y musculosos, su torso y piernas estaban bien formados, aunque había tenido adversarios más fuertes que él, todos, y cuando digo todos, son todos, habían sucumbido a su espada. Lo que hacía a Al-Razor temible, no era su musculatura, pues si bien era fuerte, no lo era en extremo, ni su habilidad con las armas, que eran un amplio abanico, si no era una peculiaridad que solo algunos miembros de su clan poseían, sus ojos.
Según la leyenda y las antiguas historias, solo el clan Razor, de la tribu Al-Halhalaia, tenía la sangre de una antigua raza, ya hace tiempo extinta, esta sangre, en algunas generaciones y sin distinguir entre hombres y mujeres, se mostraba en unos ojos extraños, si bien son normales a simple vista, cuando acecha la muerte cambian, y se dice, que otorgan al que los posee la habilidad de predecir los movimientos del adversario, incluso anticiparse a todos ellos, es como si, en el umbral de la muerte el portador del don de los Razor, simplemente desequilibrara la balanza hacia el adversario. De todas formas, es toda una leyenda, aunque en toda leyenda hay una verdad.
Ese al que llaman Al-Razor, conocido en otros lugares como El Matador de Harad, Al-Razor el Despiadado, El Corsario, yo le llame durante mucho tiempo padre. Mi nombre es Irkjal, hijo del Matador de Harad. Esta es un trozo de su historia, y por consiguiente, los comienzos de la mía.
Al-Razor fue, y digo fue porque perdí su rastro hace algún tiempo y desconozco si sigue vivo o no, uno de los pocos gladiadores libres de Harad. Uno de los motivos por los que uno se hace gladiador es o porque cae esclavo y lo obligan a luchar, o simplemente por el dinero. Mi padre no fue esclavo de nadie en su vida, solo de sí mismo. Poco se sabe en la civilizada Gondor de los gladiadores, solo rumores o leyendas, demasiado cruel es obligar a hombres a luchar por su propia vida o libertad, pero cuando el hombre lucha por placer, la cosa cambia. Como todo en esta vida, y me costó sangre y sudor aprender, la dualidad, bien y mal, luz y oscuridad, muerte y vida, solo nosotros somos los que decidimos donde inclinarnos, y mi decisión fue hace tiempo tomada.
Tuve conocimiento de la profesión de mi padre a muy temprana edad, iba con él a las arenas a verlo combatir, desconociendo el motivo que lo motivaba, simplemente veía a mi padre hacer lo que mejor hacia, matar. Desde pequeño escuchaba a otros gladiadores, mercaderes, jugadores, incluso al propio público hablar de El Corsario. Os contare la historia que escuche de ellos y de mi madre, la cual, intento nivelar con cierto éxito la abrumadora cantidad de violencia y sangre que mis pequeños ojos absorbieron de pequeño, enseñándome otro estilo de lucha, con otro objetivo.

“En algún momento de la Tercera Edad (hacia el año 2950), apareció en Umbar un misterioso guerrero que se hacía llamar Al-Razôr. Nadie conocía sus motivos ni su pasado, pero comenzó a ser conocido en las arenas de los espectáculos de gladiadores muy pronto. Sus habilidades y su refinada crueldad pronto le lanzaron a la fama, docenas de esclavistas y representantes se peleaban por conseguir poseerlo para ellos. Pero Al-Razôr les recordó que él no era ningún esclavo, y que venía de una raza más noble que todos ellos. A partir de entonces comenzó un constante viajar por diferentes ciudades del lejano Harad, participando en tantas luchas de gladiadores como podía. Se dice que llegó a luchar en los salvajes espectáculos de Rhûn, y aún así dicen de él que aún no ha sido vencido nunca.
Al-Razôr acostumbra a presentarse por sorpresa en los espectáculos, sin anunciarse previamente. Admite un representante sólo cuando le conviene, y la mayoría de los organizadores de luchas están ansiosos por verle matar. Su indumentaria suele ser sencilla y recia, ideal para viajar y luchar con ella: una armadura de cuero simple, unas sandalias y una túnica color arena.
El Matador de Harad no conoce el cansancio, se rumoreaba por la costa, que llego a combatir 3 días seguidos, solo consumiendo una extraña hierba y agua; aun así, nadie consiguió vencerlo, aunque muchas veces ha sido herido, nunca esas heridas, han mermado su capacidad.
Lo único que se conoce con certeza es la escuela en la que aprendió, la escuela Kûninazû, del lejano Rhûn, pues al principio portaba en su peto de cuero el emblema de esta, dos espadas dentadas y cruzadas sobre una luna purpura. Cuando al principio empezó a ganar combates, se dice que otros gladiadores y esclavistas viajaron a Rhûn, a conocer los secretos de la escuela, esta permaneció cerrada desde entonces, solo un hombre, ya anciano, cuidaba de la escuela, al preguntarle este dijo. Al-Razor?... si…fue alumno de esta escuela, pocos hombres desde su partida volvieron a entrenar aquí,…su secreto, es bien fácil –Mientras empuñe un arma, Al-Razor no caerá-.”
Desde lo que se, fue temido dentro y fuera de la arena, cuando empezó a viajar buscando combates, estuvimos siguiéndolo un tiempo mi madre y yo, pero a los pocos años, se encerró en sí mismo, buscando solo combates. Mi madre asqueada de tanta violencia, y muy contraria a ella, opto por alejarme de él, no si antes, hacerse con una buena cantidad de dinero. El no se dio cuenta, o si lo hizo lo ignoro, simplemente me miro y me dijo: “vete con tu madre, el único consejo que puedo darte es que seas fiel a quien eres y como eres, mírame, me dijo enseñándome sus fuertes manos, llenas de arañazos y callos, esto es lo mejor que sé hacer, y lo único que sé hacer, no moriré en una cama, ni por una extraña enfermedad, ni siquiera envenenado, mi sangre mojara la arena que amo”. Se levanto, se irguió, y dijo: “mujer, se que le has estado enseñando tu arte, espero que le sirva de ayuda en esta dura tierra, ahora marchaos”, y sin más, se alejo.
Demasiado compleja fue nuestra vida a partir de entonces, intentamos empezar en varios sitios, pero éramos conocidos a donde íbamos, incluso sin estar con nosotros, estábamos a la sombra de Al-Razor. Así que mi madre tomo la difícil decisión de ir al norte, a las lejanas tierras verdes de Gondor, esperando que allí tuviésemos un nuevo comienzo. Ni las enseñanzas de mi padre, que fueron pocas, hasta las de mi madre, que son complejas y que no revelare por muchos motivos, no me prepararon para lo que mis ojos vieron a en los años venideros.
No ya la tierra, tan diferente de mi tierra natal, o su idioma, o sus gentes...La vida me enseño una lección, que me costó aprender, otro tipo de violencia. Harad puede ser mortal para los débiles de cuerpo, sus tierras, gentes y costumbres son duras, quizás extremadamente duras, pero en la maravillosa Gondor, vi otro tipo de crueldad, la que no te hace morir por la espada o te causa heridas: la ignorancia y el rechazo. En mi tierra éramos respetados, no por quienes éramos, sino por quien era mi padre, en Gondor ni por una cosa ni por otra, tanto mi madre y yo fuimos objeto de calumnias, de rechazo, de insultos, a cada paso que dábamos, éramos culpable de todos los años de violencia ejercida entre las dos naciones, éramos los causantes de todo el dolor de las generaciones pasadas.
Aun así, resistimos, puede que no tengamos las maravillosas ciudades de Gondor, o sus verdes bosques, o sus ríos plateados, pero Harad te hace duro, extremadamente duro, quieras o no. Las enseñanzas de mi madre, su fortaleza y su resolución fueron claves para nuestra supervivencia, si bien, no pasamos en ningún momento hambre, siempre estábamos solos.
Al principio probamos suerte en la frontera sur, casi en el linde con nuestra tierra, pero fue peor, escaramuzas entre ambos ejércitos y pequeñas incursiones nos hacían objetivo en ambos bandos, así que decidimos ir más al norte, a la gran urbe blanca, donde se decía en Harad, que la misma ciudad blanca salía de la montaña mostrando sus torres de plata pura y sus calles de oro.
Si bien es cierto que cuando llegamos a Minas Tirith, nos impresiono su belleza y su grandiosidad, también es cierto que eran dos ciudades en una. Dentro la magnífica ciudad de reyes, descendientes del linaje de Elendil, fuera, la ciudad de madera, perteneciente al linaje de nadie y gobernada por la avaricia de muchos. Nunca pudimos entrar en la ciudad blanca, siempre nos negaron el paso, aunque tengo que decir que los guardias mostraron más respeto que muchos compatriotas suyos y bastante menos afortunados, siempre encontraban alguna escusa. También debo decir que no solo encontramos escollos cuando pisamos tierras gondorianas, muchas gentes mostraron afecto, comprensión y respeto, y a todas ellas les debemos agradecimiento, nuestra vida en algunos casos y en otras el simple calor de un hoguera.
Fue en la ciudad de madera, donde por causas que aun desconozco, mi madre me dijo un día:
“ Irkjal, he soñado con Él, El que camina en sueños, desde pequeño he sabido que tu destino no está en las arenas de Harad, sino en las tierras de Gondor, pero debes forjártelo tu, yo he sido tu guía, te he enseñado lo que se, el Camino de la Mano, eres fuerte y honorable, y sé que también eres justo. Nuestro futuro esta con este hombre, pero él no lo sabe, aun no escucha sus sueños, cuando lo haga, nos buscara y encontrara. Debemos ser pacientes. El que camina en sueños está marcado por la luna de Harad”.
Siempre he sabido que éramos una familia peculiar, mi padre Al-Razor, bueno, ya os he hablado de él. Pero mi madre, en el clan, antes de irnos con mi padre, era una mujer respetada, por su sabiduría y su capacidad para ver ciertas cosas que otros no pueden, y por ser portadora de un conocimiento que pocos conoce, el Camino de la Mano, un estilo de lucha, desconocido en estas tierras, pero que durante generaciones se ha practicado en las mía con un objetivo principal, el control del cuerpo y la potenciación del mismo, haciéndolo uno solo con lo que lo rodea, uniendo cuerpo y alma, en una palabra que denominamos Chi. Mi madre me enseño a no usar estos conocimientos para hacer daño a nadie, y solo en casos extremos donde la vida de alguien pueda correr peligro. El primer principio es simple: toda vida merece respeto, yo formo parte de ella. Pero lo que mi padre no me mostros, hasta después de muchos años de duro entrenamiento y estudio, es que hizo de mi cuerpo un arma perfecta. Cuando descubrí esto, mi madre solo me dijo una frase que me marco. “El hombre es un ser extraordinario, capaz de albergar compasión y una gran violencia. Que camino elegirás?”
Desde pequeño he sabido que soy capaz de grandes logros, he sentido como el desierto me hablaba, que la brisa trayendo el olor a especias envolvían mi cabello, que el sol calentaba mi piel, era consciente de todo lo que me rodeaba y de mi potencial. Ahora se que camino elegir, el Camino de la Mano, demasiado sufrimiento he visto, y si puedo cambiarlo, lo hare.
En otro momento os contare como conocí a Sunthas, El que camina en sueños, pues fue un encuentro que nunca olvidare. Ya sabéis como conocí a mi compañero y prácticamente mi único amigo, Zarik, el aunque sabe de su don, desconoce tu potencial, aprendí de mi madre la capacidad para notar ciertas habilidades ocultas a los demás, el no es hábil en muchos campos, pero posee una enorme capacidad de análisis y, aunque no lo sabe, es un magnifico estratega.

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